En mi memoria están marcadas dos marchas multitudinarias en Colombia. La primera en agosto de 1989, el sepelio de Luís Carlos Galán. La segunda ocurrió el pasado jueves 5 de julio. Ellas, en medio del dolor inmenso de las victimas, son ejemplo de fe. Fe en que quienes ejercen la violencia, entiendan, por fin, que ese no es el camino.

La Fe y La Prepotencia


César Caballero
Profesor Universidad Javeriana

En mi memoria están marcadas dos marchas multitudinarias en Colombia. La primera en agosto de 1989, el sepelio de Luís Carlos Galán. La segunda ocurrió el pasado jueves 5 de julio. Ellas, en medio del dolor inmenso de las victimas, son ejemplo de fe. Fe en que quienes ejercen la violencia, entiendan, por fin, que ese no es el camino.

Lo ocurrido el jueves, es un aliento en el esfuerzo de los miles de familiares que durante años han mantenido, la mayor parte del tiempo con inmensa soledad, su fe en que los secuestrados puedan volver a casa. ASFAMIPAZ, por ejemplo, desde el  19 de febrero de 1999, agrupa a más de 300 familias de policías y militares secuestrados que han clamando por un acuerdo humanitario. Ellos han solicitado, en todas las formas institucionales y pacificas posibles, una solución a este drama. A lo largo de los años han dado muestra de la persistencia de su fe.

En cifras a mayo de este año, Fondelibertad ha contabilizado un total de 23.329 personas secuestradas en Colombia, todas ocurridas entre 1.998 y 2007.  De ellos, 1.269, sin incluir los diputados del Valle, han muerto en cautiverio. La Fundación País Libre en su registro, que inicia en 1996 e incluye información hasta el 2006, registra un total de 23.144 secuestrados y 1.254 fallecidos en esa situación. Si bien las cifras son impresionantes, que uno solo de nuestros compatriotas esté secuestrado, tan sólo por un día, ya es motivo suficiente de rechazo y consternación.

La marcha es muy importante pero no es suficiente. Se necesitan acciones concretas para avanzar en la solución del problema. Creo que son posibles y hay muestras suficientes de ello. Para comenzar el volumen de “nuevos” secuestros ha disminuido.  País Libre contabilizó 3.572 en el año 2000. En 2006 la cifra disminuyó a 687, dramática, pero sin lugar a dudas menor. En ello, la función del Estado de prevenir su ocurrencia ha mejorado y por eso es justo reconocer que hoy el clima de seguridad contribuye a prevenir su ocurrencia.

Pero también se han dado hechos que alivian el sufrimiento de muchas familias: En 1.997, en Remolinos del Caguán fueron liberados 60 soldados y 10 infantes de marina. En los Pozos en 2001 fueron 42 (a cambio de 15 guerrilleros) y posteriormente en La Macarena fueron liberados otros 310 soldados y policías. Pero quedan muchos.

Hoy acompañamos la exigencia de los familiares para que les entreguen los cadáveres. Comparto que una de las razones para no hacerlo sea, como se ha venido argumentando, el deseo de ocultar la magnitud del acto criminal. Pero no olvidemos que aun no han sido entregados los cadáveres de  los desaparecidos, por ejemplo de quienes salieron vivos del Palacio de Justicia y estuvieron bajo la custodia de las FFMM. Seamos coherentes y apliquemos la misma lógica. La exigencia debe ser la misma: Entreguen los cadáveres y no sigan ocultando la atrocidad de esos crímenes.

Los familiares de las victimas del secuestro merecen todo mi respeto y admiración. Todos, los visibles ante los medios y aquellos que con estoicismo aguardan en silencio. Ellos mantienen su fe en volver a estar con los suyos. La fe de que quienes pueden hacer algo para solucionar este drama, los criminales que los tienen o quienes detentan las responsabilidades públicas de proteger la vida y honra de todos los Colombianos, hagan algo. Lastimosamente, frente a la fe indeclinable de los familiares y la multitudinaria del pasado jueves, de millones de colombianos, está la prepotencia…. y  es mucha.