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Julián Muñoz, destacado grafitero colombiano, ha representado al país en encuentros internacionales.

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En la noche en que Julián Eduardo Muñoz Jaramillo estaba haciendo su primer grafiti lo detuvo la Policía. Él, a sus 15 años de edad, y cuatro amigos, escogieron un muro debajo de un puente en la salida de Pereira al municipio de Marsella (Risaralda) para expresar su arte.

Alguien le dijo a la Policía que “estaban poniendo una bomba” y cuando estaban haciendo los grafitis los detuvieron. Los cinco adolescentes amanecieron en un CAI hasta que los dejaron ir para sus casas.

En vez de hacerle cambiar sus planes, su accidentado debut como grafitero le confirmó al ‘Mono’, como le dicen en su casa, que pintar muros era lo que quería hacer en su vida. Hoy, a sus 28 años, este pereirano es uno de los grafiteros más conocidos en el mundo de estos singulares personajes, y uno de los muralistas publicitarios más solicitados en la capital risaraldense y en el país.

‘Rojo’ es su nombre artístico. Le dicen así por el color de su cabello, amarillo encendido. De su pinta alternativa, lo más particular son sus rastas, que le lleguen hasta la cadera. “Las tengo desde hace 11 años”, dice con orgullo.

“El grafiti clásico, todo ese movimiento que se dio en Nueva York (Estados Unidos), en los trenes, fue la gran influencia que tuve en mis inicios. Con el paso de los años mi estilo evolucionó y alcancé una propuesta más propia”, contó.

Después de terminar el bachillerato, comenzó a estudiar Diseño Industrial. No ha terminado la carrera porque los trazos y los colores en las paredes lo envolvieron y se convirtieron en su razón de vivir. Sin embargo, además de seguir ganándose un nombre en este arte urbano, planea graduarse.

Después de hacer muchos grafitis en Pereira, ‘Rojo’ comenzó a salir de la ciudad. En el 2007 viajó a Bogotá a buscar la opción de exhibir su arte en un encuentro internacional. Le mostró su portafolio de grafitis al organizador del evento y este lo invitó a participar.

Luego vinieron más viajes a otras ciudades del país, a encuentros nacionales e internacionales. En Cali representó a Colombia, gracias a una convocatoria que se ganó, en la Primera Bienal de Muralismo y Arte Público. En simultánea con otros 79 artistas de todo el mundo, hizo grafitis y murales en varios sitios de la capital del Valle del Cauca.

A comienzos de este año representó al país con otros dos artistas, en uno de los eventos más grandes de muralismo en Ecuador, en la ciudad de Auntaqui.

En lo que resta de este año proyecta viajar a Perú y México.

Julián tuvo claro desde sus inicios que del grafiti no iba a vivir en Colombia y por eso devenga su sustento del muralismo publicitario y el diseño gráfico.

Ha decorado parqueaderos de supermercados, discotecas, bares, barberías, donde lo contraten.

Julián es un poco tímido. Quizás por eso no ahonda en que su arte trascendió hace varios años los límites de Risaralda y ha llegado a lugares tan lejanos como Florencia (Caquetá) donde fue contratado para pintar un mural en la concha acústica de la Universidad de la Amazonía. Prefiere hablar de su trabajo con niños de escasos recursos y poblaciones vulnerables. Con otros amigos y nulo apoyo del Estado, desarrolla desde hace año y medio el programa Pinta mi escuela, con el que involucra a niños en la elaboración de murales para que conozcan que hay otros caminos distintos a la droga y las pandillas. Le han abierto las puertas y han pintado cinco escuelas.

 

TOMADO DE: www.eltiempo.com